Sunday, October 25, 2009

::..Anteros..::.parte.2.:

Un dolor punzante despierta al Dr. Leifsson, al abrir sus ojos una línea horizontal es todo su panorama. El dolor es identificado, proviene de una herida en la frente, una alfombra acaricia su mejilla. Es extraño, creerías que después de vivir varios años sobre la misma alfombra la reconocerías de inmediato con la más mínima pista pero no es así. Adrian debe ponerse de rodillas, tomar un poco de aire y ver a su alrededor para darse cuenta que se encontraba tirado sobre su alfombra, la línea horizontal ahora tiene sentido, es el marco de la puerta. Toca su cuello y no percibe herida alguna. Pero, ¿Y los recuerdos de aquella chica en la mansión? Un delirio durante su inconsciencia inducido por las excentricidades a las cuales ha estado expuesto en casa de Daniel, es su explicación.

Ya de pie, ve detrás de él en el suelo al teléfono del cual llamo para confirmar la salida de su vuelo. El teléfono rara vez era cambiado de lugar, siempre se mantenía sobre la pequeña mesa junto a su sillón. Ahora en el suelo, el cable telefónico lucia más largo de lo que Adrian recordaba. Al intentar salir apurado para despedirse de Daniel, Adrian debió tropezar con el cable telefónico que la persona de limpieza dejo peligrosamente fuera de lugar y se golpeo en contra del marco de la puerta. Ahí había permanecido inconsciente dejando su imaginación volar. Sí, eso había sido, se decía el Dr. Leifsson a sí mismo en voz alta. Una inspección cercana al marco de la puerta reveló una marca de sangre congruente con su herida en la frente.



Una vez convencido de que todo había sido solo una alucinación, de sobresalto recordó su vuelo. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿En dónde había dejado los boletos? Una vista al reloj le informo que habían pasado 5 horas desde de que llamó para confirmar su viaje y el momento en que despertó. El vuelo definitivamente estaba perdido, hacia 2 horas que su vuelo había despegado, tal vez si llamaba a la aerolínea podría obtener lugar en el próximo vuelo. Pero algo peculiar pasó al dar la clave de su boleto por teléfono, le informaron que no había necesidad de cambiarlo, pues aun estaba a tiempo de tomar el avión. Los boletos que tenía en mano no eran para el vuelo de hacia 2 horas como él pensaba, sino para el vuelo que saldría dentro de 3 horas.

Un chequeo en su agenda mostró sus planes de salir en el vuelo anterior. Entonces ¿Por qué había comprado otro boleto? ¿Debería llamar a Daniel? Pero ¿Qué le diría? ¿Debería reclamarle? ¿Reclamar por qué? ¿Reclamar por ser tan excéntrico y seguir siendo un misterio? ¿Reclamar por provocarle alucinaciones al golpearse la cabeza? Lo absurdo de la idea distraía al Dr. Leifsson, sin notar que el teléfono ya estaba en su oído, había marcado automáticamente a casa de Daniel y el teléfono timbraba. Al momento que se decidía a colgar, una voz conocida contestaba del otro lado de la línea. Era la voz cansada del ama de llaves, de inmediato puso a Daniel al teléfono y ya escuchando su voz, Adrian dejo de tomarle importancia a su sueño. Daniel le dio palabras de aliento y Adrian se dirigió a tomar su vuelo.

Había sido idea de Daniel investigar en donde vivía Sandy, dijo conocer justo a la persona indicada. Al principio, Dr. Leifsson fue renuente en contratar a un investigador privado, sin embargo una vez que se le aseguro que el investigador no acecharía, ni tomaría fotografías de Sandy y solo conseguiría la información básica de en qué ciudad vivía y dónde podría encontrarla, él acepto. Lo que a Adrian preocupaba, era la posibilidad de que Sandy se percatara de que la seguían y ella sintiera miedo, miedo era lo último que Adrian quería para Sandy. Pues él había conocido el miedo toda su vida; miedo a la oscuridad de niño; miedo a no ser aceptado en la adolescencia; miedo de fracasar en su carrera y miedo de perder a Sandy. Sería tan improbable que ella encontrara a alguien que pudiera desvanecer sus miedos, tal como Adrian había encontrado a Daniel. Con esos pensamientos Adrian tomo su vuelo rumbo a su reencuentro con el pasado.



Una vez finalizado el viaje, dentro de su habitación de hotel, abrió la carpeta con el dossier que el detective había preparado para él. Era simple y conciso tal como lo había pedido, no había detalles atrevidos, ni siquiera el lugar donde laboraba. Tal como se lo habían recomendado, el encuentro tendría que lucir casual, casi accidental. El reporte listaba una serie de lugares y horas en que Sandy era vista con frecuencia, el parque parecía ser su lugar más frecuentado y podría ser el lugar ideal para intentar encontrarla esa misma tarde. Sin perder tiempo alguno, el Dr. Leifsson preparó todo su atuendo para lucir bien sin notarse el esmero.

El sol brillante en el cielo claro proyecta la sombra de Adrian Leifsson en el parque. Ya es casi la hora y Adrian se apresura a llegar justo a tiempo para encontrarse a Sandy. El lugar está lleno de vida, la gente va y viene, los niños corren y juegan en los columpios. Adrian nota al caminar, los momentos que parecen ser sacados de una película sentimental: Una pareja de adultos mayores alimenta a las aves mientras conversan y ríen jocosamente, un grupo de adolescentes pasa junto a él en patines, siendo el último de ellos una joven pelirroja con pecas que lo saluda con una sonrisa, una niña de no más de 6 años apunta insistentemente al globo que quiere y la joven mujer a su lado se dispone a comprarlo. Y ahí, al centro del parque, frente a la fuente, de espaldas y portando un vestido marrón se encuentra Sandy.

"¿Sandy? ¿Sandy Agresta?"


Ella voltea curiosa por saber quien le ha llamado por ese nombre. Adrian la ve de frente y se percata que los años han acentuado su belleza. ¿O sería que los destellos que la fuente arrojaba a sus espaldas, le daban ese aire celestial? Adrian no quiso perder tiempo en contestar preguntas tontas que constantemente aparecían en su cabeza como esa y de inmediato jugo su ensayada cuartada: Su estancia en esa ciudad se debía a negocios, supuestamente, y le dio su tarjeta de presentación en caso de que ella necesitara algo en un futuro. Ahora ella podría contactarlo. La niña del globo interrumpe abruptamente, corriendo y pidiendo la atención de su madre. Sandy la toma en los brazos y la presenta, mientras la joven que le compro el globo toma asiento junto a la fuente y lee una novela romántica. El nombre de la pequeña es Adriana… como la madre de Paul.

Paul Bay había conocido a Sandy justo después de su divorcio. Él fue su primer terapista pero se enamoró a primera vista de ella e intentando ser ético, la envió con un colega para que la tratase. Esto lo contaba Sandy con orgullo, orgullo de la integridad de Paul. Pero más aún porque alguien se había enamorado de ella a primera vista. Parecía no saber que Adrian Leifsson se había enamorado de ella de la misma forma muchos años atrás. Después de un año de conocer a Paul, Sandy Agresta se convirtió en la Señora Sandy Bay y a tan solo dos meses de casados se embarazó de Adriana. Durante todo el relato el Dr. Leifsson había adoptado la máscara de terapista, la misma que usaba con sus pacientes. Pretendiendo interés y ocultando tan magistralmente sus sentimientos, que sería difícil adivinar que pasaba en su interior. Adrian apropiadamente dio una breve pero informativa charla acerca de sus logros y experiencias, dejando fuera a Daniel y bromeando acerca de su herida en la frente. La despedida fue apresurada y acentuada por la invitación de Sandy a tomar el te algún día, ambos tres: Adrian, Paul y Sandy. De acuerdo a Sandy, Paul y él congeniarían. Y Adrian solo se quedó, de pie en el parque, reflexionando mientras Sandy, Adriana y su nana se perdían entre la gente.

Sandra Agresta repudiaba el té, Sandy había decidido nunca tener hijos y Sandra Leifsson había jurado nunca volver a tener algo que ver con terapistas idiotas. Fue lo último que ella dijo al final de su divorcio. Tal como ella lo había dicho, las cosas habían cambiado: Sandy casada y con hijos.

"Sí que es todo un espécimen"


Adrian había pensado. La frase cargaba familiaridad, Daniel la había usado la primera vez que Adrian la describió. Lo cual formó una leve sonrisa en él, que se desvaneció al percatarse de que ya no había más motivos para quedarse.
De vuelta en casa, ya dormido, el sueño de la chica en casa de Daniel regresaba; su llegada a la mansión; la sala y la joven con videos musicales frente a sus ojos; el éxtasis de sus dientes contra el cuello; y su voz...

"like a record baby, right, round, round, round... find me."


Seguida por la risa pícara de Sandy invitándolo a tomar el té. Despertó húmedo en lujuria y sudor. El eco de las últimas palabras aun resonaban en su cabeza:

"find me... let's have tea together... find me..."


Las manos al rostro intentando contener las lágrimas que corren por su rostro mientras todo su cuerpo tiembla al ritmo de su llanto. Así fue toda la noche. El alba trajo consigo calma y claridad a la mente del Dr. Leifsson, calma que duró poco. Después de tomar una ducha, al disponerse a distraerse con labores domesticas, encontró un intrigante objeto entre sus pertenencias: era el recibo de la compra de su boleto de avión con la fecha y hora especificada en su agenda. Ese sería un día largo y confuso.

De acuerdo al banco, tal transacción nunca fue registrada en su tarjeta de crédito. Los únicos boletos de avión que había cargado a su crédito eran los que uso para visitar a Sandy y regresar. El boleto para visitar a Sandy había sido comprado alrededor de la misma hora en que Adrian recordaba haber confirmado su vuelo por teléfono. ¿Acaso había llamado para comprar el boleto en vez de confirmar su vuelo y el golpe en su cabeza había afectado su memoria? El estar en casa descansando no ayudaba en lo absoluto, la confusión y ansiedad incrementaban al estar falto de sus rutinas diarias. Mientras, su mente se concentraba en el boleto de avión para evitar pensar en Sandy. ¿Debería llamar a Daniel? Preguntar si en realidad lo había visitado antes de partir, ¡No! Si fuera a ver a Daniel nuevamente sería para saber ¿Por qué no le dijo del nuevo matrimonio de Sandy? Golpear el saco de arena en su gimnasio no era alivio alguno y él lo sabía, tan solo buscaba cansarse para no pensar. Era tiempo de conseguir respuestas.

2 comments:

Unknown said...

No adriaaan!!!! quedate con la duda, esto huele a boca de lobo... :P
lo que causamos las mujeres!!! esto se pone bueno.

Metz said...

Vi un comentario vuestro en mi blog, así que lo agradezco y devuelvo con uno propio.

La tensión del relato se siente en el aire!